“¡Flo!
— ¡Hola Ramón! ¿Qué pasa?
— Mañana vamos a Sevilla, ¿te vienes?
— ¡A Sevilla! ¿No me habías dicho que íbamos a Teruel?
— Sí pero al final nos vamos a Sevilla, a Castilblanco de los Arroyos.
— ¿Y para ti es mejor ir hasta Sevilla que a Teruel?
— Sí, en el Sur uno se siente más torero.
— Pues vale, nos vemos mañana entonces.”
Queda poco más de un mes antes de Fallas y la última aparición de Ramón en su plaza de Valencia. Esta fecha le obsesiona y durante un mes, él lo va a dejar todo en un segundo plano para entrenarse, ponerse delante del toro y volver a encontrarse con sus sensaciones, sus reflejos y sus quiebros que han hecho de él “El Blanco”, una figura para todos los aficionados del recorte
Vamos a coger la carretera del Sur, persiguiendo los toros que ayudarán a Ramón a recuperar el sitio, poco a poco perdido durante este largo invierno en el cual los morlacos se ausentaron de nuestras calles levantinas.
Mil seiscientos kilómetros previstos, unas dieciseis horas de carretera en compañía de Ramón, “Chime” y Pepe. Tres fuentes inagotables de afición, de anécdotas, de alegrías y cornadas. Tengo razón en pensar que este viaje no me va a pesar nada.
Curiosamente, es mi primer viaje taurino hacia el Sur. Una especie de desvirgamiento tardío. Escruto el paisaje, busco los famosos toros de Osborne que — al igual que mojones esparcidos — nos guían en la carretera. Por fin pasamos el desfiladero de Despeñaperros. Aquí esta el Sur. Las primeras fincas, las primeras ganaderías y las primeras sombras negras que distinguimos en el horizonte. Para meternos un poco más en el ambiente, paramos a tomar un café en la Mezquita, bajo la mirada inquisidora de un imponente colorado de Gimenez Indarte lidiado en las calles de Museros. Extraño. ¿Como esta cabeza de toro disecada ha recorrido el camino de Valencia a Jaén?
El resto del viaje se hace de noche hasta nuestro hotel de Alcalá del Rió. Por supuesto paramos en Sevilla. El ambiente, siempre el ambiente y este acento que te recuerda que estás muy lejos de Valencia. A la 1h30 despertamos al portero de nuestro hotel que se ha dormido delante de una peli porno. Bonito panorama. Con ganas de volver a los brazos de Morfeo nos expidió rápidamente hacia nuestras habitaciones.
Al día siguiente a las 10h30 pasamos el portón de la finca donde nos espera el ganadero. Los amigos de Pepe son sus amigos, y le ha prometido soltar en el ruedo de su bonita plaza de tienta unas 4 vacas ya toreadas hace 2 meses. Todo es bueno cuando se trata de entrenarse. El ganadero no esconde su sorpresa de vernos llegar desde Valencia para recortar sus vacas. Para él, será una primera vez y está un poco escéptico en cuanto a esta nueva experiencia.
Sus dudas desaparecerán rápidamente. La primera vaca salta al ruedo. Después de la ronda de observación que consiste en hacer correr el animal para observar sus reacciones, Ramón se planta en el medio de la plaza, provoca al animal y le roba su primer recorte. Luego encadena los quiebros y el famoso reverso. Ramón vuelve a ser “El Blanco” y el ganadero luce una sonrisa de oreja a oreja y unos ojos como platos.
“¿Chico como lo has hecho?, ¡hazlo otra vez!”
Después de un cuarto de hora, la vaca coge la puerta. Es el turno de la 95. Pepe la conoce por haberla toreado hace un mes y medio aproximadamente. Un recuerdo inolvidable. ¿Saldrá igual de buena para el recorte? La vaca salta al ruedo, fiera y decidida a pelear. Entra fuerte, de lejos y al primer cite. Ramón disfruta y sacará todo su repertorio, relajado y totalmente en confianza. Todo el mundo se regocija. Bajo el cielo azul, y sobre el albero dorado, la conexión entre la furia negra y el recortador vestido de blanco es una alquimia de colores. La fuerza y la elegancia, la decisión y el quite. La tauromaquia a cuerpo limpio no tiene nada que envidiar al toreo.
La 95, cuyo nombre no sabe ni el mayoral, sale a desgana de la placita. Al contrario que sus hermanas, coge el camino que lleva al prado donde pastan las vacas de vientre. Privilegio de una futura madre. “El Blanco” esta en la gloria. Esta 95 acaba de justificar los mil seiscientos kilómetros.
Durante la comida quedamos con el ganadero para Fallas. Éste está encantado con la experiencia vivida.
Para nosotros es hora de coger la carretera. La noche está al caer. La noche y el cansancio son propicios para las confesiones… Dejémoslas para una próxima vez.
El fin de semana siguiente, Ramón volverá a coger la carretera hacia este Sur donde “uno se siente más torero”, esta vez acompañado de Albert de Juan. Un dúo que, estoy seguro, hará maravillas.
Fotografía Entre Valencia y Sevilla, febrero 2012 © Florent Lucas
Fotografía Entre Valencia y Sevilla, febrero 2012 © Florent Lucas