El problema fundamental no es que Cuadri (o Adolfo el jueves) echasen mansadas, aunque ello no sea ni mucho menos cuestión baladí.
El quid de la cuestión está en que, gracias a un público ignorante, a unos taurinos desvergonzados y a unos comunicadores indecentes, se ha subvertido completamente la esencia de la Fiesta.
Se ha sustituido la ética por la estética, cuando deberían ir de la mano.
Por ejemplo, se aplaude a rabiar que un picador caracolee subido a un penco acorazado al bies de un toro que ni le mira, alargando la vara como si estuviese de pesca, y no clavando el puyazo o levantándolo de inmediato cuando el toro ha llegado al peto.
La única vara de verdad que ayer puso Sandoval fue trasera y mala, y el resto no tuvo ningún fundamento.
Otras veces sí, pues hacer lo mismo con un toro bravo que se va a arrancar de largo tiene un sentido ético y un valor estético. Daba mucha pena ver ayer en lo que se ha convertido la Monumental de Las Ventas, y por ende la Fiesta. Mucha pena, de verdad.
Martín Ruiz Gárate — Facebook
Photographie Las-ventas.com/Juan Pelegrín