30 octobre 2008

Jorge (II)


Le rebond blogosphérique existe, en voici la preuve. CyR présente Jorge, le Ciego rebondit opportunément sur Curro, et CyR rebondit, une fois encore, sur Madrid et sur Curro. Cositas de la web, rebonds blogosphériques. Seize ans après, tout ceci nous aura permis de revivre des émotions que, sans doute, nous ne pensions pas si lointaines. Ludo était donc à Las Ventas, le 2 octobre 1992. Ce n’était pas en septembre Ludo, c’était en octobre. Peut-être nous y sommes-nous croisés, en bas du tendido 5 ou au bar del 7. Non, à cette époque les bars ne portaient pas encore le numéro des tendidos. Le jour d'avant nous nous étions ennuyés avec Ponce et six toros, Ponce et ses derechazos à l’infini comme l’écrira Vidal le lendemain. Le lendemain, le jour du Curro. Ce n’est qu’en me replongeant dans les archives du País que je me suis souvenu que le solo de Ponce était la veille.
De Curro je me souviens de ce trincherazo, de quelques passes de toreo fondamental, le kikirikí, un changement de mains. Des flashes me reviennent, ils ne m’ont jamais quitté en fait. Et c’est plutôt bon signe ça dans le désordre des souvenirs. De ce jour-là je me souviens des balcons du haut du 7, surchargés de romarin, de ce volcan venteño, rugissant, rauque et puissant, de Curro sortant comme un diable de l’infirmerie. Nous nous sommes ensuite attardés sur les gradins pour laisser la plaza se vider. Nous n’avons pas pris le métro à Ventas. Nous somme montés, lentement, jusqu’à Manuel Becerra. Je me souviens du brouhaha, des gens heureux, de l’excitation qui nous animait, de l’électricité dans l’air. Nous nous demandions ce que Joaquín Vidal allait bien pouvoir en dire. De son compte rendu je me souviens essentiellement d’une formule qui disait plus ou moins que lorsque Curro torée al natural il n’est nul besoin d’envoyer un fax aux andanadas pour leur annoncer la bonne nouvelle. Les emails n'étaient pas encore à l'ordre du jour, les portables non plus. Ce fut donc la dernière oreille coupée par Curro Romero à Las Ventas. Peut être, Ludo, nous y sommes-nous croisés, il y a seize ans. Les blogs n’existaient pas encore et nous étions loin de nous imaginer jusqu’où nous mèneraient ce que l'on n'appellait pas encore "les nouvelles technologies". Lorsque de retour en France je leur ai annoncé que j’allais acheter un ordinateur pour lire le País ils m’ont tous pris pour un jobard… L’Espagne était très en avance, Curro Romero éternel, et Joaquín Vidal en avait écrit ceci :

“Eso es torear. Tres minutos después de iniciada su faena al cuarto toro, Curro Romero ya había hecho todo el toreo. Tres minutos después de iniciada su faena, ya había dado más variedad de pases que cuantos se hayan podido ver en la temporada. Y eso, precisamente eso, es torear. La tarde entera, el año taurino íntegro, desde Valdemorillo a la feria presente,una década ya viendo cómo los toreros prologan sus faenas doblando por bajo a los toros -siempre igual, cada día la misma cantinela-, allá penas si son pregonaos o boyantes, tienen poder o quedaron moribundos, y allí estaba ese Curro impredecible y único haciéndose presente en el tercio para dictar una de las más importantes y más esclarecedoras lecciones que se hayan dado en la historia de la tauromaquia contemporánea. El primer muletazo al torito noble fue un estatuario, seguido de dos ayudados por alto cargando la suerte, un cambio de mano, y, de ahí en adelante, ya todo sería una explosión de técnica y de inspiración toreras en ese Curro incombustible, y en los abarrotados tendidos, el asombro y el clamor. Los pases se iban sucediendo sin pausas, sin dudas y sin reiteraciones, andándole al toro hasta los medios con la trincherilla, el pase de la firma, el molinete, el redondo... Y, despué, sin solución de continuidad, el toreo al natural.

Eso es torear al natural. Así se cita al toro, sin necesidad de que lo anuncien fanfarrias; ni de avisar al orbe que esté atento y se disponga a aplaudir, y se pasme, porque uno va a torear al natural; ni de hacer dengues o contonear jacarandas; ni de ponerles un fax a los de la andanada comunicándoles la buena nueva. Apenas rematado el pase en redondo ya tenía Curro la muleta en la izquierda, ya le estaba cargando la suerte al toro, ya le templaba el viaje, ya lo llevaba embebido en las bambas de la pañosa chiquita, y ya ligaba el natural, y otro, y otro, hasta abrochar la serie por alto, por bajo, con el de pecho, con el trincherazo, con el kikirikí, con el ayudado rodilla en tierra.

Dos tandas de naturales ejecutó Curro Romero y las dos desde la naturalidad. De ahí le viene el nombre a esta suerte, que es la fundamental del toreo: natural. Sin cadereos ni ringorrangos; sin poner posturas cañís, como acostumbran los pegapases cada vez que aciertan a sacar dos medias rabanadas seguidas, y a eso lo llaman por ahí profesionalidad o arte. Incluso en el desplante fue natural Curro: una breve parada frente al toro vencido, una mirada de soslayo, y se distanciaba un poco para tomarse un respiro y marcar un tiempo en la creación del arte.
En solo tres minutos (la faena entera no duró ni cinco) ya había dictado su lección de toreo completo (incluidos apéndices, notas marginales y bibliografía recomendada) y ya tenía la plaza revuelta ése Curro genial y cumbre. Cuadró, se echó fuera a cambio de cobrar un pinchazo hondo, se encunó en el siguiente intento y entonces el toro no le perdonó. Cuando pretendía escapar del embroque, le enganchó por el muslo y le pegó un volteretón terrible. Cayó Curro sobre el cuello y quedó conmocionado en la arena. De súbito se agolparon en las mentes todos los negros presagios, todos los recuerdos recientes de los infortunados Julio Robles y Nimeño, porque el torero, tumbado boca arriba y a merced del toro, se había quedado yerto.

Hubo milagro
Acudieron presurosas al quite las cuadrillas, y mientras las asistencias se llevaban a Curro a la enfermería, dobló el toro. El público pidió la oreja, que concedió el presidente, y el banderillero Guillermo de Alba emprendió con ella la vuelta al ruedo.
Apenas llevaba recorrido un cuarto de redondel y aconteció lo inesperado: apareció en la arena Curro Romero, que bajaba de los cielos. Hubo de ser un milagro: ¡no tenía nada! Nada, salvo el golpe. Pero los golpes no les duelen a los toreros buenos si es el precio que han de pagar por un triunfo memorable en Madrid. Y Curro, nimbado de gloria, resucitado e Ileso, tomó la oreja recién ganada, miró en torno, engalló el cuerpo, y anduvo. Ruedo adelante anduvo, complacido, firme y visiblement emocionado, en medio de un clamor. Parecía imposible, después de aquel trastazo morrocotudo que acababa de sufrir.

Seguramente no lo llevaron a la enfermería sino a Lourdes…

… Dios bendiga a Curro por no haber caído en la tentación de convertirse en un pegapases derechacista nunca jamás en su vida. Y por haber enseñado al mundo lo que es torear. Ese Curro, exclusivo e imperecedero, repite otra igual, y sube a los altares.”