Une amie colombienne m'envoie de temps à autre des liens sur des sujets taurins piochés sur le web des Amériques.
Daniel Samper Pizano, journaliste au Tiempo narre quelques anecdotes amusantes et comme à Campos y Ruedos, nous tenons Rincón en haute estime et nourissons a priori pour les Colombianas morenas une grande passion, voici quelques lignes savoureuses :
- ¡Que no se la corta, macho! ¡Que los toreros nunca se cortan la coleta! La prueba es que hace poco intentó reaparecer José Ortega Cano, y ya es casi sesentón...
- ¡Que se la corta, te lo digo yo! Que César se corta la coleta. Ese tío no habla en vano.
(El diálogo parece tener como escenario algún bar español; pero lo mismo podría desarrollarse en una cafetería bogotana, porque los aficionados a los toros hablan con el acento de Carabanchel). El objeto materia de debate, la coleta, es una prenda arcaica, heredada de los matadores del siglo XVIII: un pequeño moño redondo que se sujeta con ganchos a la parte posterior de la cabeza. Antes, cuando un torero colgaba los trastos, le cortaban literalmente la coleta con unas tijeras y le quitaban un bocado de pelo. En nuestros días, la coleta es postiza y se desprende sin demasiada dificultad, pero con mucha ceremonia.
Para que produzca suerte, la coleta debe estar confeccionada con un mechón de cabellos femeninos: los de la madre, la novia, la esposa, la hermana, la hija del torero. La coleta de César es quizás la única en la historia de la tauromaquia anudada con pelo de una agente de tránsito. Ocurrió en Manizales a mediados de los años noventa. Rincón acababa de triunfar en la plaza de esta ciudad -tan taurina que tiene un pasodoble por himno-, cuando, al dirigirse en carro a su hotel, lo detuvo una mujer policía. Era una muchacha atractiva, de pelo oscuro, que lo llevaba atado a modo de cola de caballo. En vez de multarlo, como temió el matador, la agente le confesó que era desmayada admiradora suya y, para demostrarlo, allí mismo sacó unas tijeras y de dos cortes se mochó la cola de caballo y la puso en manos de Rincón.Éste, sorprendido, solo pudo agradecerle y llevarse el trozo de melena. Un tiempo después, ordenó que hicieran con él la coleta que actualmente usa: la que se cortó en Barcelona el 23 de septiembre; la que caerá a la arena de la Plaza de Santamaría dentro de tres meses y medio.
- ¡Que se la corta, te lo digo yo! Que César se corta la coleta. Ese tío no habla en vano.
(El diálogo parece tener como escenario algún bar español; pero lo mismo podría desarrollarse en una cafetería bogotana, porque los aficionados a los toros hablan con el acento de Carabanchel). El objeto materia de debate, la coleta, es una prenda arcaica, heredada de los matadores del siglo XVIII: un pequeño moño redondo que se sujeta con ganchos a la parte posterior de la cabeza. Antes, cuando un torero colgaba los trastos, le cortaban literalmente la coleta con unas tijeras y le quitaban un bocado de pelo. En nuestros días, la coleta es postiza y se desprende sin demasiada dificultad, pero con mucha ceremonia.
Para que produzca suerte, la coleta debe estar confeccionada con un mechón de cabellos femeninos: los de la madre, la novia, la esposa, la hermana, la hija del torero. La coleta de César es quizás la única en la historia de la tauromaquia anudada con pelo de una agente de tránsito. Ocurrió en Manizales a mediados de los años noventa. Rincón acababa de triunfar en la plaza de esta ciudad -tan taurina que tiene un pasodoble por himno-, cuando, al dirigirse en carro a su hotel, lo detuvo una mujer policía. Era una muchacha atractiva, de pelo oscuro, que lo llevaba atado a modo de cola de caballo. En vez de multarlo, como temió el matador, la agente le confesó que era desmayada admiradora suya y, para demostrarlo, allí mismo sacó unas tijeras y de dos cortes se mochó la cola de caballo y la puso en manos de Rincón.Éste, sorprendido, solo pudo agradecerle y llevarse el trozo de melena. Un tiempo después, ordenó que hicieran con él la coleta que actualmente usa: la que se cortó en Barcelona el 23 de septiembre; la que caerá a la arena de la Plaza de Santamaría dentro de tres meses y medio.
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